El otro día leí una novela corta (89 páginas), un ejemplar sin corregir de «Quién mató a mi padre» del escritor francés Édouard Louis, que publica Salamandra en septiembre (ya mismo, vamos). Con lo inmensa que es mi pila de lectura, normalmente suelo ignorar estos obsequios promocionales porque prefiero leer lo que me apetece antes que lo que «quieren» que lea. Pero dio la casualidad de que «Quién mató a mi padre» llegó en buen momento porque al estar traducido al español (por Pablo Martín Sánchez) supuso un soplo de aire fresco a mi lectura a trompicones de otra novela en inglés que tengo a medias. ¡Los traductores, desde luego, tienen el cielo ganado con su labor! Es maravillosa la fluidez y la comprensión cuando lees algo en tu idioma y no tienes que estar suponiendo y buscando en el diccionario. Pero bueno, no nos desviemos del tema.
«Quién mató a mi padre» es una obra de no ficción en la que el autor recopila, de manera inconexa, una serie de momentos vividos con su familia, centrándose en la figura paterna (de hecho, escribe dirigiéndose a su padre, como si se tratase de una carta o una transcripción de un mensaje de voz).
Es una obra que va de lo íntimo (cenas de navidad, regalos, discusiones y viajes en coche) a lo sociopolítico (¿cómo afectan las decisiones que se toman en el parlamento al día a día de la clase obrera?). Y es algo sobre lo que suelo pensar. Somos los responsables de nuestra propia felicidad pero al vivir en sociedad, afectados e influidos por ella, ¿somos los únicos culpables de nuestras miserias? En el libro Édouard Louis reflexiona sobre ello y da nombres y apellidos de los políticos franceses cuyas opiniones y medidas impactaron directamente sobre la vida de su padre. A peor. Sentencias que personas perfumadas firman en salones relucientes. Luego se lavan las manos y otros se desloman, enferman y, con el tiempo, dejan de ser útiles y, por tanto, cargas de las que deshacerse antes de que chupen demasiado del bote.
Ese sería mi resumen.
Es una novela emotiva que habla sin tapujos de ricos, pobres, currantes, minorías, mayorías, leyes, dinero, recortes, sanidad y toda la electricidad que se condensa en el aire antes de estallar en un relámpago deslumbrante. Voltaje liberado. Revolución, aunque sea por dentro y se expanda silenciosa como una úlcera.
Quizá nunca haya tormenta pero la frustración por una situación injusta e insostenible se refleja con fiereza en las 96 páginas de esta novela escrita por un hombre homosexual de 26 años sobre su infancia y los recuerdos con su padre, un trabajador infeliz tratando de aparentar normalidad en un sistema que lo oprime. Una novela sobre un hombre tratando de decir a su padre que lo quiere.
Ellos hacen la política, pero la política apenas tiene ningún efecto sobre sus vidas. Para las clases dominantes, la política es a menudo una cuestión de estética: una manera de pensarse, una manera de ver el mundo, de construirse como individuos. Para nosotros, era vivir o morir.
Yo pienso a veces en el tema PENSIONES. Qué bien saben opinar sobre las de los obreros aquellos que la tienen vitalicia…
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Ay, pensiones, no sé yo. Deberíamos empezar a buscar fuertes puentes bonitos y con poca humedad,jaja
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¿Pensiones? ¿Qué es eso?T.T
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Reconozco que no es el tipo de historia que suelo leer, pero lo has descrito tan bien que se me han puesto los dientes largos. Así que lo voy a añadir a mi (interminable) lista de libros y si lo veo me lo agencio ^^
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Si viviéramos en la misma Comarca, te dejaba el libro y así podrías comprobar si te molaba la historia sin necesidad de convertirla en una inversión económica con riesgo de no disfruteXD
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Ay ese es el problema… a saber la cantidad de buenas lecturas que me estoy perdiendo por no atreverme a invertir en ellas. Lo peor es cuando sucede al revés: te compras un libro que estás casi segura de que vas a disfrutar y te llevas la desilusión del siglo.
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