Nadie sabe regresar mejor que Britney. Quizá sea porque nunca se ha marchado de verdad, o quizá sea porque tras décadas expuesta en la palestra, ya le da igual arrancarse el traje de opiniones que la opinión pública ha cosido para ella.
En cada aparición escoge las condiciones de su retorno, mostrándose como le apetece, aunque eso pulverice los manuales de protocolo y decoro. Esa es la ventaja de que millones de lenguas la hayan tachado de loca: la liberación de expectativas por esa supuesta enajenación.
Y todo esto viene a que, después de un tiempecillo sin escribir por aquí, me ha parecido muy apropiado que el hilo conductor de mi vuelta al blog salga de «The Woman in Me», la biografía de Britney Spears. Ella me fascina desde que irrumpió en 1998 bailando por los pasillos de un instituto. Ha llovido mucho desde entonces, ríos de tinta y años en la espalda de una generación entera. Y aquí seguimos los que hemos tenido suerte, vivitos y coleando para contar nuestras vivencias, ya sea en un libro superventas o en un WordPress de andar por casa.
Como seguidor de su carrera profesional, esperaba más información sobre su música, giras, actuaciones y rodajes, pero su autobiografía se enfoca en su vida personal, con su estatus de estrella del pop como telón de fondo. Y lo que más me ha sorprendido es la eterna lección, la moraleja más cliché de todas: el dinero no da la felicidad. Citando a Homer Simpson: «Tendrá todo el dinero del mundo, pero hay algo que jamás podrá comprar: un dinosaurio». En este caso el dinosaurio sería un entorno social y familiar que te cuide, te quiera y se preocupe por tu bienestar.
El dinero, por supuesto, es necesario para ser feliz porque hay necesidades básicas, como el refugio, el alimento y la salud, que se cincelan a golpe de talonario. Un nivel mínimo que asienta los cimientos de una vida digna, pero no garantiza que disfrutes del significado más amplio de la palabra. Para vivir se necesitan experiencias, y para ser feliz experiencias compartidas. Un montón de euros pagan la estancia en una playa paradisiaca, pero el recuerdo inolvidable, lo que nutre tu dicha y te hace rememorar sonriendo, eso no hay bizum que lo financie.
Leyendo la biografía de Britney me he sentido millonario. Propietario de una inmensa riqueza por tener buenas personas a mi lado, gente que admiro, que me conoce y me aprecia con mis virtudes y defectos, gente que me inspira a ser mejor.
Ojalá vivir siempre con esa mezcla de suerte y sabiduría: la suerte de cruzar caminos y la sabiduría para darme cuenta.
Britney, tú no vas a leerme, pero te deseo lo mismo. Y a ti que me estás leyendo, también.